Sudán, república del África nororiental, es el país más extenso de los
países del continente africano, además de ser uno de los países en los que aún
se aplica la pena de muerte a su población por delitos, que bajo el
entendimiento de su sociedad y cultura se catalogan como "graves". La
aplicación de la sentencia de la pena capital es a causa de sodomía, hacer la
guerra contra el estado, apostasía, prostitución, traición, actos que podrían
poner en peligro la independencia o unidad del estado, asesinato, robo armado,
posesión de armas y contrabando.
En este caso vamos a centrarnos en la pena de muerte por apostasía, la cual
ocupará el centro de nuestro siguiente caso. La apostasía se entiende como la
negación, renuncia o abjuración a la fe en una religión, así como la salida o
abandono irregular de una orden religiosa o instituto.
Volviendo a Sudán, cabe destacar que las religiones que se practican son el
Islam, en un 70% de su población, religiones tradicionales, en un 25% y el
cristianismo, con un 5% de practicantes entre la población de Sudán.
El caso que va a presentarse a continuación es de actualidad, pues sucedió
hace apenas una semana:
Un tribunal de Sudán condenó, el jueves 15 de Mayo de 2014, a muerte a la
doctora Miriam Ishaq, de 27 años, por haberse convertido al cristianismo,
aunque la pena no se aplicará hasta dentro de dos años.
El abogado de Miriam afirmó que el plazo de tres días que tuvo para que
rectificase culminó en que no renunció a la religión cristiana. Según esto,
Ishaq fue condenada a 100 latigazos y después a ser ahorcada.
Un tribunal condenó, cuatro días después, a la sudanesa a pena capital por
apostasía y adulterio. El magistrado retrasó el cumplimiento de la sentencia
hasta dentro de dos años, para dar tiempo a que la mujer dé a luz al hijo que
está esperando y termine de amamantarlo en ese tiempo. Ishaq, embarazada de
ocho meses y con otro hijo de dos años.
Su esposo cristiano fue absuelto del cargo de adulterio por falta de
pruebas, tras argumentar que había contraído matrimonio con ella cuando ya
había cambiado su religión.
El tribunal recordó que la ley sudanesa prohíbe la conversión del islam al
cristianismo y que, por tanto, la acusada cometió adulterio al ser “nulo” su
matrimonio como cristiana.
Conociendo el caso, podemos considerar que el fanatismo religioso al que
pueden llegar algunos países, supone un gran riesgo para los derechos humanos y
la tolerancia religiosa.
Por último, independientemente de la intervención de algunos representantes
de grupos de derechos humanos y diplomáticos de algunos países occidentales en
estos temas tan comprometidos, la pena capital que se le aplica a esta mujer es
un arma de doble filo, ya que se le priva del derecho a la vida y además genera
un problema en su familia, ya que sus hijos se criarán sin un pilar fundamental
en el desarrollo como persona, que es la figura de una madre, y esto no se
tiene en cuenta a la hora de aplicar la condena.
Casado Maroto, Carlos
3ºA
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